En el 79 d. C., una histórica erupción del Vesubio enterró completamente a Pompeya bajo una capa de cenizas y lapilli de casi 7 metros.
Esta erupción transformó a Pompeya en el más increíble testimonio de vida del Imperio Romano y en uno de los yacimientos arqueológicos más visitados de todo el mundo.
Hoy, paseando por las calles de esta ciudad fantasma, se percibe una atmósfera onírica y conturbadora que fascina y encanta.
Una emoción que vale la pena vivir por lo menos una vez en la vida. Será como viajar en el tiempo, zambullirse en la vida pública y privada de hace miles de años.